“A través de mis pequeños ojos” (Emilio Ortiz, 2016)
Decía Richard Bach que “El vínculo que une a tu auténtica familia no es de sangre, sino de respeto y alegría mutua”.
Este no es un libro sobre la vida de un perro guía y su humano. Es un libro escrito con el amor y el dolor que supone compartir la vida con un ser de cuatro patas. Un libro que nos transmite el vínculo que se genera entre dos seres de especies diferentes pero que se necesitan para seguir adelante, y que más allá de esa necesidad se sienten como uno solo.
Es un libro escrito para expresar a ese perro todos los sentimientos que genera ese vínculo pero que él jamás entendería. Es un libro escrito para sí mismo. Un libro de ayuda para desahogar el dolor.
Sin grandes pretensiones, ni figuras literarias, Emilio Ortiz ha conseguido que el lector se sienta tan identificado con los personajes y lo que viven, que en tan solo 5 meses están ya por la sexta edición
Cross es un perro nacido para un fin concreto, ser perro guía. Su humano Mario lo recoge en USA, donde Cross ha recibido adiestramiento y Mario realiza un curso para aprender a moverse con Cross.
Mario es un joven estudiante y Cross le acompaña en los acontecimientos más importantes de su vida. Sus estudios, su carrera profesional, su mujer, su hijo. Y Cross es una parte tan importante de todo esto, que un gran número de las decisiones que toma Mario son gracias a Cross o relacionadas con él.
El libro es narrado siempre a través de la mirada de Cross, quien nos cuenta cómo se desarrolla su vida y la de Mario desde el punto de vista de un animal. Esto hace que la lectura nos resulte muy entretenida, ya que, habitualmente Cross no entiende los comportamientos tan complejos de los humanos. En otras ocasiones, nos muestra su desconcierto ante los prejuicios de nuestra especie. Y es que muchos de nuestros prejuicios, como sabemos, no están presentes en ellos y esto nos hace reflexionar sobre si algunas cuestiones que nos planteamos diariamente son realmente tan importantes.
Personalmente, el libro me ha hecho reír, sonreír y llorar, pero, sobre todo, me ha hecho pensar. Especialmente, en lo que tenemos que aprender de nuestros amigos peludos. Esa capacidad de adaptación, de vivir el presente sin anclarse en pensamientos y traumas pasados que no nos aportan nada. También me hace pensar en todo lo que nos aportan y que se merecen mucho más de lo que muchas veces les damos.
He de decir que la parte final, la parte en la que Mario escribe a Cross, me costó muchísimo leerla. De hecho tuve que buscar el momento adecuado (en mi casa y a solas), ya que inevitablemente, pensaba en los dos perritos que acompañan mis días y me sentí muy identificada. Tanto, que el tener que buscar un lugar y ocasión adecuada, de momento, no lo ha conseguido ningún otro libro que haya leído hasta ahora.
Deja una respuesta